Hay momentos en la vida en los que te entra la desesperanza. Sientes una especie de agotamiento y te planteas porqué y para quién estás luchando. O, simplemente, la vida se te pone cuesta arriba, tienes una sensación de soledad que pesa como una losa y lo que antes era azul clarito ahora adquiere un color gris oscuro.
Entonces el sol queda oculto por las nubes, y las lágrimas se deslizan por tus mejillas como si de gotas de lluvia se trataran. Cierras los ojos mientras piensas que no hay salida para tu miedo.
Entonces una mano se acerca a tu rostro y suavemente, con un pañuelo, seca esa lluvia que te quema, sopla las nubes para que se vayan y dejen brillar el sol y vuelve a pintar tu vida de color azul celeste. Tienes miedo de abrir los ojos, de que se rompa la magia de ese momento. No sabes quién es, y no te atreves a descubrirlo. Sin embargo, al final, los abres y ahí está. Todos tenemos ese alguien cerca que nos mantiene unidos a la esperanza, que nos sirve de apoyo en los momentos difíciles, que nos enjuaga, suavemente, las lágrimas con su mano.
Que nos da su aliento y calor humano.
Cuando eso ocurra, cuando desfallezcas porque la vida es injusta, mira a tu alrededor y busca. Quién está a tu lado en silencio.
preciosa entrada, txema.
qué gusto leerte de nuevo…
un besito!