Susana trabajaba de cajera en el súper de su barrio. Era una chica muy despierta, como así lo reflejaban sus traviesos ojos. Era pelirroja y siempre peinaba dos coletas, una a cada lado que junto con unas preciosas pecas en sus mejillas le dotaban de una apariencia juvenil y dicharachera. Susana tenía, además, veinte años lo cual le daba, dicho sea de paso, credibilidad a esa apariencia.

Su trabajo era pura rutina, al menos eso parecía. Entraba, se sentaba en la caja, ocho horas pasando los productos y al final de la jornada salía de nuevo. En apariencia porque Susana se encargaba de romper la rutina hablando con las clientas. “que si hoy viene más tarde D. Santiago, que qué tal la gripe del niño, Margarita, que donde ha dejado a su marido Dª Tomasa”.

Pero había alguien más que tenía intrigada a Susana. Era un cliente habitual pero nunca había conseguido sacarle dos palabras más allá de los buenos días o las buenas tardes, en función de su turno. Llevaba gafas de intelectual, ni muy mayor ni muy joven, muy educado y respetuoso lo que le daba, a los ojos de Susana, una apariencia muy interesante. Ella le veía día tras día y estaba convencida de que tenía que ser un hombre honesto, integro, inteligente y buena persona.

La cajera no solo trabajaba, también solía acudir los fines de semana a un pub que había al final de su calle, al que llamaban Dicken`s en honor al ilustre escritor del mismo apellido, aunque casi ninguno de los parroquianos del local tenían la más mínima idea de quién era el susodicho. Lo más probable es que el nombre viniera del interés en dar al bar un toque irlandés.

Susana, como hacía otras veces, entró en el local acompañada de su mejor amiga con el único ánimo de mover un poco el esqueleto atrofiado por tantas horas sentada ante la caja registradora. Nada más entrar le llamaron la atención dos individuos mal encarados, fumando porros, que apoyados en la barra del pub miraban a su alrededor al más puro estilo John Wayne. Susana les miró, sobre todo porque no eran habituales del local y casi se le para el corazón de un susto. A pesar de las gafas negras en lugar de las de intelectual, a pesar de la ropa de cuero en lugar del traje elegante que lucía a diario, le reconoció enseguida porque le había visto día tras día detrás de su caja. Aquel hombre protagonista de sus sueños se convirtió, de repente, en protagonista de sus pesadillas. Especialmente cuando vio entrar al local a un grupo de adolescentes que, billetes en mano se dirigieron a su hombre quien sacó un paquete del bolsillo y se lo entregó. Susana se quedó paralizada. El hombre levantó la mirada y la dirigió hacia ella reconociéndola. Se levantó de la silla y se le acercó con las manos abiertas. Susana salió corriendo del local huyendo de sus peores temores. Miró hacia un lado y otro buscando ayuda. Unos cien metros más arriba vio una pareja de policías y se dirigió hacia ellos. En pocas palabras les contó que un individuo con mala pinta estaba vendiendo droga a jóvenes en el pub y que la perseguía para atacarla. Los dos policías corrieron hacia el local y llegaron justo cuando vieron salir al hombre con los brazos extendidos hacia Susana. Sin pensarlo dos veces, sacaron sus armas y cuando vieron que el hombre intentaba sacar algo del bolsillo de su pantalón, abrieron fuego contra él hiriéndole en el pecho y la pierna.

El revuelo que se armó fue enorme. Llamaron a la ambulancia y para cuando llegó, el hombre ya era cadáver. Susana se sentó en el bordillo de la acera, asustada todavía pero contenta porque había hecho un bien a la sociedad denunciado a un indeseable peligroso y que además le había roto su sueño.

Si es que no te puedes fiar de nadie- se dijo a sí misma.

Se fue todo el mundo, solo quedó ella y una moto Harley Davidson aparcada a la puerta del pub.

Alguien se ha dejado aquí la moto – pensó. Y decidió irse a casa a descansar.

Al día siguiente no leyó el periódico ni vio la noticia: “Joven de 30 años muerto a tiros debido a un error de la policía. Anoche un trágico suceso ocurrió a las puertas del Pub Dicken`s cuando un hombre aficionado a las motos Harley, fue acusado por una joven de vender droga a adolescentes. Dicho hombre, dueño de un taller de motos y de reparaciones, fue tiroteado por la policía al intentar sacar las llaves de su moto. La policía investiga los hechos y busca a la joven causante de la falsa denuncia”.

Txema Olleta

23-06-08