Lucía inició su andadura por la orilla junto a la Ría. Había arribado a Bilbao, al paraíso, como solía soñar, hacía cinco años buscando una mejor vida y mandar plata a su familia. ¡Cuánto añoraba a sus hijos!, los cálidos abrazos nunca olvidados, y como algo muy íntimo, los nimbos color lila pálido, cuando a las mañanas muy prontito, la luz solar inundaba con calor y vida las cabañas y los caminos.

Lucía trabajaba sin parar, todos los días, todas las horas, sin contratos, sin continuidad, sin ilusión, sin ánimo. Sólo avivaban sus ganas por continuar, las cartas mandadas por sus hijos casi cada día. Cartas inundadas por la ilusión, la confianza y la convicción por una pronta tornada a casa.

Lucía caminaba por la orilla, junto al Zubi-Zuri. Las cuadrillas pasaban a su lado sin notar las lágrimas inundando su rostro. Había tomado una opción. Al pronto todo tornó a cambiar su color. Las nubarras hasta ahora con un color gris oscuro, mudaron a unos maravillosos nimbos color lila, y junto a la luz solar asomando junto a las nubarras, la hizo viajar hasta su pueblo, allá junto a las montañas andinas. Lucía iluminó su rostro y continuó su rumbo por la orilla ya con la ilusión futura alumbrando su vida.

Txema Olleta, 19-01-09