Las que me seguís en este blog y compartís conmigo, de un modo u otro, el Camino de la Vida, sabéis que todas mis historias son «como la vida misma». Sean relatos, poemas o comentarios en este trozo de corazón, son reflejo de las personas que comparten conmigo de un modo lejano o cercano el largo peregrinaje de la vida. Mis personajes son fiel reflejo de los quehaceres cotidianos. Comparto con ellos alegrías, sufrimientos, risas y lágrimas, dudas y certidumbres. Nunca les identifico directamente porque lo de menos (aunque no para mí) es saber quiénes son en la vida real. Me preocupan sus sentimientos, sus vivencias, en la medida que se entremezclan con las mías, y eso es lo que quiero reflejar en mis historias.
Todos tienen nombres y apellidos, pero ¡¡qué más da!! Todos piensan, sienten y viven, ¡al igual que yo! No son seres anónimos; para mí, no. Y eso es lo que le da el valor a lo que escribo.
Para todas esas personas que forman parte de mi universo, algunas muy cercanas, otras más lejanas, todo mi cariño y gratitud, porque sin ellas, yo no sería como soy y mis relatos no serían como son. Cada una de esas personas, su vida, son para mí como un bestseller. Y por eso os cuento sus historias, las mías. Como la vida misma.

Y hablando de la vida misma. Estos días estoy en Mérida, disfrutando de unos días de tranquilidad. Pero no os preocupéis, no os voy a soltar una «chapa» turística. No es mi estilo. Pero…¿sabéis? Viendo el teatro romano, ¡¡impresionante!!, sí, había un panel informativo donde explicaba la distribución de las gradas por grupos de ciudadanos en aquella época. La parte central estaba reservada a los soldados, veteranos, hombres casados y otra para los niños y gente de postín. Todos hombres. Si. La parte más alta de las gradas, la más alejada del escenario era para los esclavos, extranjeros y… las mujeres. Sí, para ellas. y ¿sabéis? la mejor zona del Teatro (dicho por un guía) era esa, precisamente, porque se veía bien a pesar de la lejanía y, por su acústica, era la zona donde mejor se oía.
Los hombres empeñados en marginarlas y ningunearlas (desde hace milenios) y ellas… ganado espacios, con inteligencia, ¡como debe ser! ¡Como la vida misma!