A raiz de mi último relato, «La partitura», publicado en este humilde blog, mi buen amigo Rafa, gran persona y excelente músico, me corregía (con todo cariño, es verdad) diciendo que no existe la clave de Re.
-«Existe la clave de sol, la clave de fa y la clave de do, pero las claves no cambian la fuerza musical. Son los tonos y los modos los que lo hacen, los tonos son do, re, mi, fa… y los modos son Mayor y menor. Sería más correcto decir que la canción antes la había escrito en Do Mayor y ahora estaba escrita en Re Mayor, lo que le da más altura y más fuerza»- me dice. Genial la clase de música que me ha dado Rafa, y yo agradecido por recibirla. Démosle, pues, al Cesar lo que es del César.
-«¿Y Dios qué pinta en todo esto?»- Os preguntaréis. Pues muy fácil. El escritor es como Dios (salvando las distancias, claro). Cuando escribe, crea un universo paralelo donde da vida a personas, las mata y las vuelve a resucitar. Construye vidas, ciudades, montañas… y las vuelve a destruir. Sus personajes, a la vez que creen tener vida propia, hacen lo que «Dios» quiere que hagan. Y yo, amigos míos, cuando escribo, me siento como «Dios». Por eso, si mi historia dice que la partitura estaba en clave de Re, es que estaba en clave de Re, ¡faltaría más! Démosle, pues, a Dios lo que es de Dios. ¡Amén!
¡Ay estos egos!
Ya te lo dije en el taller, pero chapeau!!!!!