La verdad es que tenía yo una deuda pendiente con mi amigo Pablo, autor del magnífico blog de viajes «La Rosa de los Vientos». Este verano he estado recorriendo su bella tierra, de la forma que solo se puede hacer: dejándome impregnar por sus gentes, sus paisajes y, sobre todo, por sus árboles, esos bellos y altivos olivos. He recorrido más de media España y siempre descubro rincones, parajes que no conozco y que me hacen disfrutar de un país con la diversidad de gentes, aromas y colores, como es el nuestro.
El leer su blog y verle a él hablar de su tierra con ese cariño que solo tienen los hijos por sus madres, me llevó a encaminar mi rumbo hacia Castellón, el Alto Palancia y, como no, Segorbe. Y como siempre, cuando uno se acerca a otras tierras, otros pueblos y otras costumbres, debe hacerlo con cariño y, sobre todo, con respeto.
Hay que patearse las calles, adentrarse en los rincones más ocultos, dejarse impregnar por la magia del lugar.
Y el Alto Palancia la tiene. ¡Vaya que si la tiene! Los pueblos medievales de Mora de Rubielos y Rubielos de Mora (tanto monta, monta tanto), que nos hablan de batallas entre señores feudales, la majestuosidad por sencilla del Salto de la Novia, en Navajas, metida de lleno en un cañón donde se mezclan las cascadas con los remansos donde los niños y mayores encuentran sitio para sus juegos junto a los peces del río, mientras estos plácidamente serpentean entre sus piernas. La hermosura de la cueva de La Vall d´Uixo, con su rio subterraneo navegable que nos transporta a un mundo mágico donde el silencio debería imperar, si no fuera por la sobreexplotación turística que está sufriendo el lugar (me permitirá mi amigo Pablo una pequeña crítica a esta invasión masiva).
Y por encima de todo ello, dos lugares especiales: La Sierra de Espadán y Segorbe, ambos unidos por los árboles y sus raices. La Sierra se me antojó un lugar lleno de misterio y belleza serena, con pueblos sencillos, gentes sencillas, con olor a aceite y queso. Tierra de olivos, ese árbol que clava sus raices hasta las entrañas de la tierra, para luego retorcerse hacia arriba como queriendo escapar de la opresión que lo mantiene atrapado en su pasado y su historia, al igual que las gentes que habitan la Sierra. Villamalur, Higueras, Eslida… pueblos que nos hablan de sobrevivir.
Y Segorbe, un pueblo que se quiere convertir en ciudad sin renunciar a su historia, de la que hablan, y mucho, sus piedras. Y alli, entre ellas, como queriendo rendir pleitesía a sus raices, junto al Castillo, encuentro un árbol imponente, con una oración que, como homenaje a estas tierras, a sus gentes y, especialmente, a sus árboles, me vais a permitir que os traiga a este humilde blog. Amigo Pablo, no pude conocerte personalmente porque no coincidimos, eso queda pendiente para otra vez, pero sírvame este recuerdo para mostrar lo que me llevé de allí.
ORACION DEL ARBOL
Amigo, escucha :
Yo soy la tabla de tu cuna,
la madera de tu barca, la superficie de tu mesa,
la puerta de tu casa.
Yo soy el mango de tu herramienta,
el bastón de tu vejez.
Yo soy el fruto que te regala y te nutre,
la sombra bienhechora que te cobija
contra los ardores del estío,
el refugio amable de los pájaros que limpian
de insectos tus campos.
Yo soy la hermosura del paisaje,
el encanto de la huerta, la señal de la montaña,
el lindero del camino.
Yo soy la leña que te calienta en los días de invierno, el perfume que te regala y embalsama el aire a todas horas, la salud de tu cuerpo y la alegría de tu alma.
Por último yo soy la madera de tu ataud.
Por todo eso amigo que me contemplas,
tú que me plantaste con tu mano y puedes llamarme hijo….
Mírame bien pero….
….¡ NO ME HAGAS DAÑO!.
Vizconde de Chateaubriand
Nunca es tarde si la dicha es buena…. llego tarde, pero a tiempo. A tiempo de agradecerte tus amables palabras hacia mí, y a tiempo para saborear tu relato veraniego por estas mis/tus tierras.
Celebro que no te defraudaran las expectativas del Alto Palancia y alrededores: La Sierra Espadán y Segorbe principalmente. Ya ves, somos tambien tierra de olivos (con aceites de mucha calidad), de almendros y de alcornoques, inmensos bosques de alcornoques en la Sierra de Espadán donde todavía se extrae el corcho.
Ha sido un placer leer tu relato, y te imagino paseando placidamente con tu familia por nuestro paseo de Sopeña, junto a la ladera del Castillo y allí, desde el "balconico" leer la preciosa oración al árbol (http://nuestrarosadelosvientos.blogspot.com/2009/08/retales-segorbinos-iv.html)
Queda solamente una cosa pendiente, conocernos personalmente, pero entre tus andanzas y las mías (sabes que soy un enamorado de tu tierra) no tengo la menor duda que algún día, cruzaremos destinos.
Un fuerte abrazo Txema