Otro buen reto de mis profesoras del taller de Escritura Creativa. El trabajo de reescribir un clasico con estilos diferentes. Y que menos que reescribir la versión tradicional (a todas luces injusta) de Caperucita Roja. Yo elegí tres estilos: estilo cursi, estilo olfativo y estilo filosófico. Aqui os dejo un fragmento de la historia en estos tres estilos. ¿Cual de ellas es la verdadera historia de Caperucita y el lobo? eso lo dejo a la consideración y gustos de vuesas mercedes.
CURSI
-¡Ay por dios!, tengo que ir a visitar a mi abuelita y no sé qué ponerme. Este conjuntito de caperuza roja carmesí no me quedaría mal- pensó Caperucita.
Tiró de la campana y la doncella entró en su cuarto.
-Dígale a Fermín que prepare el carruaje-
Haciendo una reverencia la criada salió. Caperucita, se apresuró a pintarse los labios, se maquilló y, admirándose en el espejo haciendo gestitos con la boca se colocó la capita con caperuza de color rojo carmesí que se había comprado la víspera en Versaches. Con andares de princesa de cuento de hadas salió a la puerta de su mansión. El cochero le esperaba sentado en el pescante.
-Fermín- le dijo Caperucita de forma altanera- a casa de mi abuelita, pero sin correr demasiado. Y, por favor, cuando lleguemos no sueltes uno de tus estúpidos aullidos que, la última vez, mi abuela casi se muere del susto.
OLFATIVO
Caperucita entreabrió los ojos ligeramente. Un espléndido aroma a café recién molido invadió su habitación y con alegría saltó de la cama. Afuera lucía un día espléndidamente soleado. Abrió la ventana de par en par y una nube de olor a rosas, geranios, malvavisco y menta llenó sus pulmones. Se duchó con aquel jabón tan oloroso de jazmín que hacía su abuela desde hacía años y se vistió de alegres colores. Salió a la cocina y el olor a madalenas recién hechas por su madre la hizo sonreir. Aquel era un día especial, porque iba a presentar a su abuelita a su nuevo amigo, Pedro. Llevaba saliendo con él tres semanas y cada día se sentía más atraída por él, especialmente por el olor tan peculiar que desprendía y que a ella tanto la encandilaba, porque era algo totalmente diferente a lo que había olido hasta ahora.
No bien había acabado de desayunar cuando sonó el timbre de la puerta. Caperucita se levantó alborozada y abrió la puerta.
-Ya vamos cari- le dijo.
Y Pedro, dándole unos lametones y soltando un aullido de alegría la cogió del brazo y juntos enfilaron el camino del bosque.
FILOSOFICO
Caperucita se quitó las gafas doradas y, después de frotarse los ojos, estiró los brazos para desentumecer el cuerpo. Llevaba toda la noche frente al ordenador investigando en internet la vida y costumbres de los lobos. Ese día, tenía previsto visitar a su abuelita, que vivía en la ladera de la montaña, junto al bosque. Hacía tres años que no la veía, y había oído tantas historias sobre lobos que se comen a las abuelitas y a sus nietas cuando van a visitarlas, que le había entrado una especie de temor. Tenía muchas dudas. ¿Serían los lobos tan fieros y malvados como los pintaban? De sus indagaciones no parecía presuponer tal hecho. De hecho, siempre había pensado que se había cometido una terrible injusticia con dicha especie licántropa. Se levantó de la silla, abrió la ventana y se asomó. Una enorme y bella luna blanca lucía en el cielo. Recortado, en su silueta sobre la luna llena, en la ladera del monte, observó la figura de un lobo aullando. Aquel animal no parecía tan fiero como se lo habían pintado. Entonces el lobo, girando la cabeza hacia ella le guió un ojo. Aquello sorprendió a Caperucita y pensó:
– Si me ha guiñado un ojo, no será tan malo como dicen. Algo tan amable y simpático no puede hacerme daño. Además con su porte y su rítmico aullido, solo puede ser una buena compañía-
Caperucita cerró la ventana, se preparó y salió a la campiña donde el lobo la esperaba para acompañarla a casa de la abuelita.
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